martes, 10 de febrero de 2009

Presentación en Pachuca

Texto de Jair Cortés para la presentación de La Palanca 10

LA PALANCA: LA ENERGÍA Y LA MÁQUINA

Una sencilla definición de palanca nos dice que este objeto es una máquina simple que tiene como función transmitir una fuerza. Si bien es cierto que la revista toma su nombre de un edificio histórico de Pachuca, la bella airosa, creo que es pertinente pensar que una revista con las características de La palanca es una máquina simple: la impresión de un conjunto de textos que tiene como función transmitir una fuerza, y esa fuerza está aquí representada por la lectura del arte, misma que modifica nuestra comprensión del mundo.
Cuando tuve noticias de La palanca, me llamó especialmente la atención el hecho de que una larga pausa se interponía entre los primeros siete números y la nueva época. Al llegar a mis manos uno de los números de esta nueva época constaté que, tal como lo aconsejaba Borges, había una pasión compartida por quienes hacían esta revista. Conocía parte de la producción poética de Diego José, una obra concebida desde la discreta tranquilidad de Hidalgo, llena de verdaderos hallazgos poéticos. El azar hizo que pronto Diego José y yo tuviéramos contacto y que él, generosamente, me invitara a colaborar.
Yo distingo a La palanca de otras revistas por diversas virtudes, la primera es que se concibe a la revista como un objeto, en donde la vista y el tacto pueden sentirse libres: armonía visual, continuidad plástica. Hay en su diseño una conciencia de que en la lectura intervienen muchas más cosas que papel y letras impresas. El equilibro que el binomio Diego José/Pablo Mayans han encontrado les da ya un carácter propio, un sello intransferible. “La poesía no debe descuidar los objetos”, nos dice el poeta Delaveau, en la entrevista que Diego José realiza para este número diez.

La otra virtud es la de una selección diversa de textos y obras plásticas. Una riqueza, cuya calidad hace que la revista escape a una enfermedad contemporánea: la caducidad. La palanca apuesta, según mi perspectiva, por la literatura, la pintura, la fotografía, el dibujo. No por autores, sino por obras. Basta revisar algunas revistas al azar en donde, por ejemplo, las fichas curriculares ocupan varias páginas. La Palanca va en otro sentido, tratando de que su encuentro con el lector sea a través de ese fino conducto que es la revelación a través de la obra, la comunión entre el espectador y lo que ante él se presenta. Recientemente mostré la revista a algunos poetas de Sao Paulo, Brasil, quienes, gracias al concretismo brasileño, cuentan con una consolidada tradición referente a la edición de revistas; hubo elogios no sólo hacia los contenidos sino también hacia ese equilibrio visual al que me he referido antes. No es una coincidencia que en la presentación de este número diez, se haga referencia a una frase de Pound en donde dice que “la tradición es algo bello que nosotros conservamos”.
Con este número, La palanca no hace otra cosa que continuar esa trayectoria de paciencia y pasión. Incitación a la traducción en los poemas de Philippe Delaveau redescubridor de lo cotidiano, la ya mencionada y acertada entrevista que le realizó Diego José, un cuento excelentemente logrado de Nadia Villafuerte, un ensayo de Martha Piña, poemas que indagan en lo terriblemente espiritual de la poeta Brasileña Orides Fontela presentados en la impecable traducción de Berenice Huerta, un curioso texto de Cristián Berríos en donde ejercita la imaginación resucitando poetas chilenos, dos miradas a la obra de Omar Barquet, quien es el invitado a la galería interior de La palanca en esta ocasión, y en cuyo trabajo podemos encontrar la afortunada intervención de los espacios y la reconstrucción de un orden físico que va de las sombras al color, ya sea en el papel o en el interior de un trolebús. Todos estos, y otros contenidos, son los que nutren este banquete. Felicito con emoción a todos los que ha permitido que La palanca continúe siendo esa máquina simple cuya energía sigue siendo transmitida a sus lectores.


Texto de Berenice Huerta para la presentación de La Palanca 10

EL VIAJE POR LAS PÁGINAS DE LA PALANCA

Acudir como lectora al proyecto de la revista La Palanca, es en sí mismo un viaje por diversas latitudes, en donde dialogan cosmovisiones e imágenes que alimentan al propio mundo del pensamiento. Así lo hace evidente desde el inicio, en donde a manera de banquete se ofrecen jugosos textos y en donde coinciden la poesía, la narrativa y el ensayo; con sabores disímiles y aderezados por las texturas de Omar Barquet. Recordé esos tiempos cuando imaginaba los convites socráticos, como grandes comilonas, vino que no se agota, como el deseo del conocimiento. Es por todo ello, que celebro la aparición de este reciente número, el cual permite desconectarnos del mundo caótico que habitamos y fortalecer el ánimo al reconocer que están aquellos mundos paralelos, en los cuales se encuentra la esperanza.

VISITAR LO EXTRANJERO ES REVISITAR LO PROPIO

Agradeciendo la invitación de La Palanca para colaborar con su proyecto, decidí darle la primicia de dos poemas traducidos de la poeta brasileña Orides Fontela, (1940-1998), cuya obra no se había traducido, hasta ahora, en México y que junto con el poeta Jair Cortés he comenzado a traducir.
En este número diez de La Palanca se reúnen diversos traductores como Marcela González Durán, Sadie Ordiales, Eduardo Uribe, Laura González Durán, Paola Honrad y Joan M. Puig; su excelente trabajo me ha levado a reflexionar sobre el vaivén que cruzan los entramados de redes semánticas envueltas por significados y significantes, por musicalidades que se construyen sin sacrificar el sentido. Más que establecer una equivalencia en la lengua materna, la complejidad de traducir consiste en escuchar la intención de la poeta y “representar”, si se nos permite el término, en español esa misma intención.
Traducir y reflexionar son quizá dos movimientos distintos del pensamiento, pero ambos necesarios, recíprocos e imprescindibles, teniendo en cuenta que nombrar es traducir el mundo que vemos y del cual extraemos lo que llamamos experiencia vital. He dejado atrás esa idea de que traducir es traicionar, no veo pertinencia en esa afirmación si pensamos que entre el texto (no importa en que lengua esté escrito) y nosotros no está en juego una fidelidad, sino un deseo de comprensión, de asimilación, de asunción.
Quizá afirmar que traducir es traicionar es fruto, también de un falso respeto alimentado por la idea del Canon. Para Halliday el texto “es objeto y también es momento, un instante, producto de un continuo proceso de elección de significados que podemos representar como múltiples caminos o pasos a través de redes, que constituyen el sistema lingüístico”. Así comenzar el viaje por los territorios en lengua extranjera es más que la traslación de sentidos y musicalidad, el reconocimiento de nuestro propio decir y por ende, podemos comprender cómo funciona nuestro español en el momento de señalar una idea, una emoción, un paisaje, que fueron pensados originalmente en otra lengua.



6 de febrero del 2009, Centro Cultural del Ferrocarril, presentadores, Berenice Huerta, Diego José y Jair Cortés...





1 comentario:

ASKARI MATEOS dijo...

Enhorabuena! Pero qué, dónde se consigue La Palanca en el DF? Saludos.

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